«Descubre Las Salinas del Matorral, un emblemático enclave en San Bartolomé de Tirajana, Gran Canaria, cuyas raíces se hunden en la rica historia de las salinas del siglo XVIII. Este pintoresco poblado, junto a las Salinas de Manuel Méndez y las de Barco Quebrado, nació de la necesidad histórica de proveer sal a los barcos pesqueros rumbo a las costas africanas y otros caladeros. Con el tiempo, se convirtió en un vibrante núcleo comunitario, inicialmente formado por salineros, aparceros y trabajadores de los campos circundantes. Durante la transición de los años cincuenta a los sesenta, tras el declive de la industria salinera, Las Salinas del Matorral experimentó una transformación, dando lugar a nuevos asentamientos por diversas razones, desde prescripciones médicas hasta la pasión por la pesca. Este destino, conocido por su riqueza pesquera, atrae a pescadores de toda la región, incluyendo a los de Castillo del Romeral. Este asentamiento, que originalmente albergaba a los trabajadores de las salinas, ha evolucionado para incluir una comunidad diversa, trabajando en colaboración con familias y empresas locales e internacionales en la agricultura y otros sectores. Actualmente, Las Salinas del Matorral es un barrio próspero con cerca de doscientas casas equipadas con servicios modernos, desde electricidad hasta fibra óptica y transporte público eficiente. Culturalmente vibrante, este poblado celebra a Santa Rita cada 22 de mayo y las Fiestas del Carmen el 16 de julio, manteniendo vivas las tradiciones locales. Además, está en la vanguardia de la sostenibilidad, albergando los mayores parques de energía eólica y fotovoltaica de la isla y planificando futuros proyectos de energía eólica marina. Las playas cercanas, como la de Los Tártagos y Barco Quebrado, famosas por su historia de naufragios y su rica biodiversidad marina, son un paraíso para la pesca artesanal y la recreación. Además, la región es conocida por sus avanzadas instalaciones de piscifactorías. Explora Las Salinas del Matorral, un lugar donde la historia, la cultura y la innovación se encuentran, ofreciendo una experiencia única para residentes y visitantes por igual.


La referencia salinera más antigua en Gran Canaria se remonta al siglo XVI, según se deduce de la cartografia de Torriani, donde se señalan salinas en la costa SE de la isla, que bien pudieran ser las del EI Romeral, en el litoral de Juan Grande. No obstante, la práctica del aprovechamiento sobre cantiles costeros estaba muy extendida en la costa norte, donde se «inventa» a finales del siglo XVII la Balina primitiva sobre roca. Se tiene constancia de que se recogía sal en lugares denominados como Bufadero, Charco Redondo, Sombrero, Tijera y Portechuelo, referencias que se deducen de las Actas de Cabildo y de los Libros Borradores de Maravedies. Especialmente significativas fueron las que se instalaron en el litoral de Bañaderos. Estos pequeños ingenios, caracterizados por una increíble mimetización al medio, adoptaban el procedimiento del doble recipiente (cocedero-cristalizador), lo que pone en evidencia la aportación cultural europea. Este tipo de salinas, que denominamos primitiva sobre roca, recoge también la influencia pastoril aborigen a través de su sistema constructivo basado en el cordón de barro y la colocación de piedras en círculos. Varias salinas conservaron el antiguo método productivo hasta 1950, entre ellas las de Agaete, y en la actualidad sólo se mantienen en activo las denominadas Salinas de Bañaderos o del Cardonal, auténtico fósil de esta arcaica cultura salinera.
Pero el verdadero desarrollo de la sal como industria se produciría en la costa sureste de la isla, de la mano de los señores de la tierra. D. Antonio Lorenzo de Bethencourt obtiene permiso real en 1667 para levantar a su costa la Casa Fuerte de Santa Cruz del Romeral, iniciativa que, entre otras razones. venia motivada por la necesidad de proteger militarmente la industria salinera, establecida en lugares muy aislados. El lugar elegido para la construcción fue la Punta de las Salinas, donde ya existían algunos cocederos naturales que venían siendo explotados. Al igual que el resto de salinas construidas posteriormente en la isla, estas correspondían al tipo de
la salina antigua de barro de tajo sencillo. Es muy posible que este modelo haya sido importado de la salina intensiva gaditana, zona con la que existían importantes intercambios comerciales. No solo la ordenación por hiladas de los tajos es similar a la de la nave gaditana, sino que ese mismo paralelismo se establece en las herramientas utilizadas. Así, la vara de Cádiz es similar al rodabillo grancanario, o más claramente, el bombero que describe el libro de Grau y Bassas es idéntico al bombero de Cádiz, un primitivo cabestrante manual empleado para elevar el agua.
Tras las pioneras salinas del Romeral, que sufrieron diversas vicisitudes históricas reflejadas en los sucesivos cambios de nombre, de la Rocha, de Soler o de Valcárcel, se extiende la implantación de nuevas salinas a lo largo de la costa circundante: La Caleta, Juan Grande, Casillas y Playa del Matorral. Estas explotaciones salineras empleaban el excedente temporal de la mano de obra agrícola que recibían como complemento salarial el conocido «conduto» que era, en este caso, pescado salado.
A mediados del siglo XVIII se produce una nueva expansión salinera ante la citada demanda de la industria pesquera. No obstante, no se consigue en esta época cubrirla, ya que casi la mitad de la sal era importada del sur de España y de Portugal. Comienza, pues, una época de nuevas solicitudes, y, en 1792, D. José Hipólito Verdugo pide permiso para construir las de Tenefê que aún continúan en activo. Por estos tiempos se construyen también varias salinas en La Isleta (Playa del Confital), en El Rincón (desembocadura del Barranco de San Lorenzo), y tenemos noticias, a través de los documentos de la Real Sociedad de Amigos del Pais, que se presentaron los proyectos de construcción de varias salinas en la Playa de San Cristóbal y en el Puerto de la Luz, ambas en Las Palmas de Gran Canaria. Estas salinas debieron construirse sin duda, ya que cuando en 1871 D. Pedro Bravo de Laguna compra La Isleta, se especifica que –entre otros bienes– contaba con *importantes salinas*. A finales del siglo aparecen las salinas de la costa de Agúimes, y a comienzos del XIX se tiene constancia de la creación de cuatro nuevas en el litoral de Arinaga, dos de ellas aún se mantienen bajo el antiguo embarcadero. Por último, existen algunas referencias sobre ingenios salineros en Gando, aunque lo cierto es que no tenemos constancia de que llegasen a funcionar.

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